A través de la memoria construimos nuestra vida, nuestro recorrido biográfico, los recuerdos conforman lo que somos, dan sentido y unidad a la concepción de nuestro yo, en definitiva tal y como propone Ruiz-Vargas (2002) «Somos nuestra memoria». Sin ella no tendríamos conocimiento de nuestras experiencias, de nuestras vivencias y en consecuencia, estaríamos anclados en el presente y tal y como expresa C.W. «…sería como estar muertos» (C.W. es un paciente con amnesia retrógrada y anterógrada. Únicamente puede recuperar acciones motoras grabadas inconscientemente en su memoria implícita y por ello vive en un constante presente. Su cárcel es vivir en el presente y su desconcierto y mayor drama es desconocer su identidad).

Mediante la construcción de nuestra identidad vamos almacenando conocimientos, aprendizajes y experiencias que posteriormente pueden ser transmitidos hereditariamente añadiéndose a las nuevas experiencias de la especie (Ingenieros, 1946). Éste es uno de los motivos por los que los mecanismos evolutivos han favorecido y premiado los recuerdos de la información pasada para la conservación y reproducción de la especie.
Podríamos afirmar que la memoria y, por tanto, los recursos y aprendizajes que se derivan de su uso y desarrollo ha sido un ítem definitivo en la evolución de la especie humana. El desarrollo del lenguaje, las representaciones simbólicas, la construcción visuoespacial, el razonamiento, el pensamiento abstracto, etcétera, son funciones cognitivas de alto nivel que la especie humana no habría podido alcanzar sin la capacidad de retener, procesar, codificar, almacenar y recordar información, es decir, sin el desarrollo de los procesos que lleva a cabo la memoria.
¿Cómo podemos construir nuestra identidad si no recordamos nuestras experiencias pasadas? ¿Cómo podemos crear un autoconcepto, cómo regularnos, cómo valorarnos, evaluarnos, compararnos con otros individuos de la especie si no recuperamos, recordamos y elaboramos esas referencias? Cuando construimos nuestro self, nuestra personalidad y nos preguntamos qué grados de neuroticismo, de amabilidad, de responsabilidad o de extraversión tenemos, inmediatamente recurrimos a nuestra memoria y a los sucesos y experiencias vitales que recordamos para estudiar cual fue nuestro comportamiento en tal o en cual situación y averiguar tras la recuperación y descodificación de esa información cómo somos y cómo nos definimos con respecto a esas u otras variables.
Recordamos cómo son los grupos a los que pertenecemos, las categorías y estructuras sociales, los roles que desarrollamos diariamente en cada una de ellas. Actualizamos constantemente cuáles son las motivaciones y objetivos que nos mueven y nos dirigen hacia las metas que nos hemos marcado. Llevamos a cabo aprendizajes momento a momento, ya sean explícitos o implícitos y todos ellos se almacenan, se elaboran y se fijan en nuestra memoria para posteriormente ser recuperados para resolver problemas o para asociarse a nuevos aprendizajes. Todo ello nos define, nos describe y da sentido de continuidad a nuestra forma de ser y comportarnos. Así creamos y reconocemos nuestra identidad.
Somos nuestra memoria o, mejor, somos lo que construimos y recreamos a través de nuestra memoria. Definimos nuestro self a través de una visita y recorrido por nuestra memoria biográfica y de nuestra memoria semántica o conocimiento del mundo y también a través de nuestros aprendizajes almacenados de forma inconsciente.
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¡Vive la experiencia!